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¿Qué se esconde en la mente de un asesino? ¿Qué es lo que le impulsa a matar y arrebatar vidas una detrás de otra? Muchas películas se han encargado de explorar estas cuestiones con mayor o menor fortuna. El de los asesinos en serie es ya todo un subgénero por sí mismo. Pero en este blog no nos quedamos cortos y comentaremos la primera película que se atrevió a plantear este tema.

Unos niños que juegan en la calle cantando una canción sobre el coco. Una madre que espera a que su hija vuelva del colegio. Una melodía silbada que anticipa el desastre (un fragmento de Peer Gynt) y acto seguido una sombra que saluda a una niña por la calle. Un globo perdido se eleva chocando contra unos cables. La misma madre angustiada al comprobar que pasa el tiempo y su hija sigue sin llegar a casa. Un asesino de niñas que no deja rastro y que provoca una histeria colectiva en toda la ciudad. Así empieza esta historia con la que Fritz Lang se atrevió a realizar su primera película sonora, basándose en un caso real y de plena actualidad.

La película se divide en tres partes diferenciadas: el asesinato de la pequeña Elsie, y la histeria desatada entre la población y la policía; dos reuniones entrelazadas en un interesante montaje paralelo, una entre los jefes de la policía, y otra entre los capos del crimen organizado, que ven amenazados sus “negocios” por las continuas redadas de los primeros en busca del criminal. Ambos discuten acerca de cómo cazar al asesino, cada uno por su lado, para que todo vuelva a la normalidad, y llevan sus planes paralelos a cabo. Mientras tanto, el asesino continúa ajeno a todo, hasta que la estrategia da resultado y le dan caza, y pasamos a la tercera parte: un juicio. Y hasta aquí puedo contar.  Un magistral desenlace que da pie a múltiples lecturas y dilemas morales que plantear en la mente del espectador.

Supuestamente, M se basa en el caso real del asesino Peter Kürten,  un asesino en serie que durante un tiempo había tenido atemorizada a la ciudad de Düsseldorf . Aunque el propio Lang lo desmentiría años más tarde, alegando que no se había basado en un caso en particular, ya que en el momento en el que decidió realizar la película había varios casos de asesinatos en serie que aterrorizaban a Alemania. Sea como fuere, Peter Kürten fue ejecutado por sus crímenes apenas pocos meses después del estreno de la película, y quizás por ello es con él con quien la historia del asesino de M se suele identificar.

Peter Lorre, marcado con la M de Mörder (Asesino)

Para interpretar al asesino, Lang escogió a un actor por entonces desconocido: Peter Lorre. Este papel supuso su salto a la fama, aunque al principio, gracias a esta obra, se le encasillara en papeles de villano. La verdad es que su interpretación resulta memorable, destacando sobre todo en su monólogo final durante el juicio.

M fue la primera película sonora de Fritz Lang, uno de los más grandes directores de todos los tiempos, y aún hoy sorprende por lo actual que resulta, no sólo en la temática, sino en su faceta técnica y su realización. Escenas como los primeros minutos en los que se sugiere el asesinato de la pequeña Elsie, el montaje paralelo anteriormente mencionado mostrando a los hampones y a la policía, o el uso de la melodía silbada para introducir e identificar al personaje del asesino, no la hacen parecer una película de 1931, época en la que el cine sonoro estaba recién nacido y aún en fase de experimentación. A lo largo de todo el metraje da la sensación de que podría haber sido realizada veinte años más tarde. Y es que M fue una pionera cuyos recursos visuales y sonoros serían imitados una y otra vez durante muchos años.

Por último, una curiosidad. Como ya hemos comentado, el asesino silba a menudo un fragmento perteneciente a la Suite Peer Gynt, de Edvard Grieg. Esta melodía silbada se utiliza para presentar al personaje cada vez que éste aparece (fue la primera vez que se empleó el recurso de asociar a un personaje con una música en concreto). Pues bien, Peter Lorre era incapaz de silbarla bien, por lo que fue doblado por el propio Fritz Lang, y por lo tanto son sus silbidos los que se escuchan durante todo el metraje de la cinta.

P.D.: He vuelto, y esta vez espero durar más, aunque no prometo nada ^^.

A lo largo de nuestra vida conocemos a muchas personas. Algunas de ellas estarán a nuestro lado hasta el final, otras lo estarán durante un tiempo, nos marcarán en mayor o menor medida, y se irán, ya sea porque perdamos el contacto con ellas o por cualquier otro motivo; y a otras las conoceremos de pasada y no les daremos la menor importancia. Pero estos sentimientos no siempre son recíprocos. A veces no nos damos cuenta de lo que podemos significar para otras personas. Sin saberlo, podemos ejercer una gran influencia en la vida de alguien al que a priori no le damos la menor importancia en la nuestra, y viceversa. Puede que incluso hayamos marcado la vida de una persona a la que apenas conocimos, y de la que ya ni siquiera nos acordamos. De esta idea, llevada hasta el extremo, parte Carta de una desconocida, uno de los mayores exponentes del género DRAMÓN. Dramón con mayúsculas. De los de sofá, manta, y caja de kleenex.

La historia se sitúa en la Viena de 1900. Un pianista vividor y mujeriego venido a menos regresa a su casa por la noche; tiene una cita por la mañana para batirse en duelo. Su intención es no presentarse y huir de allí antes del amanecer. Pero su criado le enseña una carta que ha llegado esa misma noche. Una carta que comienza con la frase «Cuando leas estas palabras, probablemente esté muerta». La carta la ha escrito una mujer a la que él no recuerda. Fue una de sus tantas conquistas de una sola noche, y no significó nada para él. Para ella, sin embargo, él fue el amor de su vida, a pesar de que sólo tuvieron tres encuentros fugaces.

Ella, Lisa (Joan Fontaine), estuvo perdidamente enamorada de él cuando era una adolescente. Él, Stefan (Louis Jourdan) era su vecino, al que escuchaba tocar el piano desde el patio y espiaba por la ventana cuando llegaba a casa acompañado de otras mujeres. Ella se tuvo que ir de la ciudad, pero volvió años más tarde, y lo buscó. No le dijo quién era, así que él no reconoció a su antigua vecina, sólo a una chica guapa que le miraba ¿quizás la había visto en alguna parte?, y de ese encuentro surgió una hermosa cita, una de las citas más románticas jamás vistas; con una cena con velas, flores, paseos por el parque, y un baile de madrugada, unos acordes al piano de él para ella; una cita maravillosa, inolvidable, y que acabará, por supuesto, en el piso de él, y en un fundido en negro poniendo el broche final a una noche perfecta.

Pero lo peor que puede pasar cuando deseas algo con toda tu alma, es que se cumpla. Al día siguiente, él se fue de gira, diciéndole que volvería a buscarla; algo que jamás cumpliría. Ella tampoco lo buscó, por cobardía, por orgullo, o quizás por puro masoquismo. Quizás sabía que se rompería el hechizo y él la rechazaría (y tendría razón) y prefirió quedarse con el beneficio de la duda. Lo volvería a ver una última vez, de casualidad, diez años después. A pesar de haber seguido adelante, el recuerdo de esa noche y de ese hombre permanecía imborrable en su memoria. Ella vio al hombre que había marcado su vida, por el que lo dejaría todo. Él vio a una mujer guapa que le miraba, ¿quizás la había visto en alguna parte?…

Y ya no puedo seguir porque desvelaría el final, un final que siempre me hace pensar lo mismo:

Ay, cuánto daño han hecho la idealización y el romanticismo…

Pues sí, yo no soy nada romántica. Creo en el amor, pero en un amor que no nace, sino que se hace. No creo en las cenas con velas, ni en el amor a primera vista, ni en amar desesperadamente a alguien a quien apenas conoces. Todas esas cosas, citando a uno de los personajes secundarios de la película, son «tonterías románticas».  Y siempre que la veo me entran ganas de darle una torta a la pobre Lisa y decirle que espabile ya, que deje de cometer el mismo error una y otra vez, pero no puedo evitar sentir pena por ella cuando no es capaz de hacerlo. Pero tampoco él me parece un crápula sin sentimientos cuando se sorprende y emociona al ver alguien fue capaz de amarle de esa manera aunque no se lo mereciese. Los personajes son muy humanos, y despiertan en mí muchos sentimientos, a veces encontrados y contradictorios, los cuales no relataré porque no quiero condicionar la opinión de nadie que no la haya visto (quizás en los comentarios, previo aviso de spoiler).

No suelen gustarme las películas románticas. Esta película me encanta. Pertenece al selecto y muy reducido grupo de «películas románticas que me encantan» porque cuando la veo se me ocurren muchas reflexiones a las que doy vueltas y vueltas, y mientras divago se me queda un nudo en la garganta (sin llegar a usar los kleenex, porque soy una insensible que nunca ha llorado con una película, pero el nudo está ahí, y los kleenex también, por si acaso, que nunca se sabe cuándo los necesitarás). Y una película que consigue hacerme todo eso en apenas 80 minutos de metraje algo tiene que tener.

Si hay algún romántico pululando por este blog que tenga una visión de la película diferente a la mía le animo a que no se corte y comente. Siempre es un placer leer otros puntos de vista diferentes.

Carta de Una Desconocida está basada en una novela corta del escritor austríaco Stefan Zweig. La dirección corre a cargo de Max Ophüls. Se dice que es un director de los grandes. Yo no puedo juzgar porque esta es la única película suya que he visto hasta la fecha. Pero si tuviera que juzgarlo sólo por ella, lo secundaría, porque la dirección es magistral. Ophüls fue un director alemán que hizo películas en Alemania, Italia, Estados Unidos, y Francia. Esta es una de las cuatro que realizó en Hollywood, y realizó un trabajo tan personal que parece una película europea, muy distinta de las que se hacían allí por aquel entonces.

La historia, al estar narrada desde el punto de vista de la protagonista, nos da sólo su versión de lo ocurrido, algo que en principio nos pone de su lado, pero el director se sirve con maestría de varios elementos para que el espectador vea más allá y saque sus propias conclusiones.

Por ejemplo, en una escena, vemos como una Lisa adolescente espía al pianista entrando en el portal, acompañado de una mujer. La cámara los enfoca desde lo alto de la escalera y los sigue cuando entran en el piso. Más adelante vemos la misma escena, el mismo encuadre, el mismo plano, el mismo escenario, y el mismo desplazamiento de cámara, pero ahora es la propia Lisa la que acompaña al pianista. Ahora es ella la que se ha convertido en su acompañante ocasional.

La ambientación y la recreación de la Viena de finales del XIX está increíblemente cuidada, y es un escenario perfecto para la historia. A menudo las calles están cubiertas con niebla y la bruma hace que los fondos de la ciudad parezcan borrosos, como si la ciudad fuera parte de un sueño, como si todo lo que ellos viven lo fuera.

Hay otra escena, durante la primera cita de la pareja, en la que están en una atracción del parque que consiste en un falso tren por cuya ventana vemos pasar unos paneles con dibujos de paisajes y ciudades, que al desplazarse simulan el movimiento del tren. Es un viaje de mentira, una fantasía. Es en ese tren de mentira dónde ella es más feliz que nunca. Sin embargo, en la vida real, los trenes reales no hacen más que alejar a lo que más quiere de su lado para siempre.

El guión fue escrito por Howard Koch, que también fue guionista, por ejemplo, de Casablanca (y que fue el que recomendó a Ophüls para dirigir la película), a partir de la novela de Zweig. Por el modo en que ella relata su historia nunca llegas a saber a ciencia cierta si simplemente quería confesarle lo que sentía (siempre te he querido), o si se lo está echando en cara y le está reprochando que no haya estado a su lado (si hubieras sabido reconocer lo que siempre fue tuyo), aunque resultase paradójico que ella tampoco fuese capaz de ir a buscarle y confesárselo. Puede que supiera que no era el hombre adecuado y que no le podía ofrecer lo que ella quería (quería ser la única mujer de tu vida que no te exigiera nada) y necesitaba quitarse ese peso de encima. Puede que se sintiera dolida, y también una tonta por haberle querido todos esos años. Puede que todo eso a la vez.

La película, fue un fracaso absoluto en Estados Unidos y casí echó al traste la carrera de Ophüls como director en Hollywood (aunque aún rodaría dos películas más allí antes de irse definitivamente y continuar su carrera en Francia). En Europa, en cambio, tuvo una gran acogida. Curiosamente, muchos años después, Carta de una Desconocida se convirtió en una de las películas más veces emitidas por televisión en los Estados Unidos. Hoy está considerada un clásico.

Y para terminar, un consejo para los que no hayan visto aún esta película y se animen a hacerlo. Por favor, vedla en versión original. Es uno de esos tristes, y terribles casos en los que la BSO se vio salvajemente mutilada y alterada por el doblaje.

 

Pertenece al selecto y muy reducido grupo de “películas románticas que me encantan”, porque no cae en sensiblerías, porque despierta en mí muchos sentimientos, a veces encontrados, y porque cuando la veo se me ocurren muchas reflexiones, que detallaré a continuación, pero que recomiendo que no leáis si no habéis visto la película. Pienso que cuanto menos se sepa de una película antes de verla, mejor, y una vez vista ya puedes leer todos los comentarios del mundo. Pero si no puedo reflexionar sobre una película entonces no escribiría un blog de cine, así que simplemente aviso, y que cada uno decida si quiere seguir leyendo o no.

Lo sé. Tengo esto muy abandonado. Y no es por falta de ideas. Tengo muchas en la cabeza, pero no he tenido tiempo para nada en las últimas semanas. Estoy preparando algunas entradas que publicaré en breve. Pero mientras tanto, para ir haciendo tiempo, he decidido abrir una nueva sección, cuyo propósito confieso que es hacer un poco de relleno, dicho sea de paso, para matar el tiempo entre entrada y entrada cuando, como ahora, no tenga tiempo de escribir largo y tendido: canciones que hablan de cine.

Y la voy a inaugurar con un temazo de un gran grupo de rock de los 60 y 70, nada más y nada menos que The Kinks:

Celluloid Heroes

Everybody’s a dreamer and everybody’s a star,
And everybody’s in movies, it doesn’t matter who you are.
There are stars in every city,
In every house and on every street,
And if you walk down Hollywood Boulevard
Their names are written in concrete!

Don’t step on Greta Garbo as you walk down the Boulevard,
She looks so weak and fragile that’s why she tried to be so hard
But they turned her into a princess
And they sat her on a throne,
But she turned her back on stardom,
Because she wanted to be alone.

You can see all the stars as you walk down Hollywood Boulevard,
Some that you recognise, some that you’ve hardly even heard of,
People who worked and suffered and struggled for fame,
Some who succeeded and some who suffered in vain.
Rudolph Valentino, looks very much alive,
And he looks up ladies’ dresses as they sadly pass him by.
Avoid stepping on Bela Lugosi
‘Cos he’s liable to turn and bite,
But stand close by Bette Davis
Because hers was such a lonely life.
If you covered him with garbage,
George Sanders would still have style,
And if you stamped on Mickey Rooney
He would still turn round and smile,
But please don’t tread on dearest Marilyn
‘Cos she’s not very tough,
She should have been made of iron or steel,
But she was only made of flesh and blood.

You can see all the stars as you walk down Hollywood Boulevard,
Some that you recognise, some that you’ve hardly even heard of.
People who worked and suffered and struggled for fame,
Some who succeeded and some who suffered in vain.

Everybody’s a dreamer and everybody’s a star
And everybody’s in show biz, it doesn’t matter who you are.

And those who are successful,
Be always on your guard,
Success walks hand in hand with failure
Along Hollywood Boulevard.

I wish my life was a non-stop Hollywood movie show,
A fantasy world of celluloid villains and heroes,
Because celluloid heroes never feel any pain
And celluloid heroes never really die.

You can see all the stars as you walk along Hollywood Boulevard,
Some that you recognise, some that you’ve hardly even heard of,
People who worked and suffered and struggled for fame,
Some who succeeded and some who suffered in vain.

Oh celluloid heroes never feel any pain
Oh celluloid heroes never really die.

I wish my life was a non-stop Hollywood movie show,
A fantasy world of celluloid villains and heroes,
Because celluloid heroes never feel any pain
And celluloid heroes never really die.

Y la traducción, para los que no estén muy puestos en inglés:

Todo el mundo es soñador, y todo el mundo es una estrella,
y todos salen en las películas, sin importar quiénes sean.
Hay estrellas en cada ciudad,
en cada casa y en cada calle,
y si caminas por Hollywood Boulevard,
sus nombres están escritos en el hormigón.

No pises a Greta Garbo mientras caminas por el bulevar,
parece tan débil y frágil; por eso intentaba ser tan fuerte.
Pero la convirtieron en una princesa
y la sentaron en su trono.
Pero ella le dio la espalda al estrellato
porque quería estar sola.

Puedes ver a todas las estrellas mientras caminas por Hollywood Boulevard;
algunas que reconocerás, y otras de las que ni siquiera has oído hablar.
Gente que trabajó, sufrió y luchó por la fama.
Algunos que lo consiguieron y otros que sufrieron en vano.

Rodolfo Valentino parece seguir muy vivo,
y mira los vestidos de las mujeres que pasan cerca de él
Evita pisar a Bela Lugosi
porque es probable que te muerda,
pero quédate cerca de Bette Davis
porque la suya fue una vida solitaria.
Si le echases basura encima,
George Sanders seguiría teniendo estilo,
y si pisotearas a Mickey Rooney
se daría la vuelta y sonreiría.
Pero, por favor, no pises a la adorada Marilyn
Porque no es muy fuerte.
Tendría que haber sido de hierro o acero,
pero sólo era de carne y hueso.

Puedes ver a todas las estrellas mientras caminas por Hollywood Boulevard;
algunas que reconocerás, y otras de las que ni siquiera has oído hablar.
Gente que trabajó, sufrió y luchó por la fama.
Algunos que lo consiguieron y otros que sufrieron en vano.

Todos el mundo es soñador, y todo el mundo es una estrella
y todos están en el mundo del espectáculo, sin importar quiénes sean.

Y todos los que tengan éxito,
que siempre tengan cuidado.
El éxito va mano a mano con el fracaso
a lo largo de Hollywood Boulevard.

Ojalá mi vida fuera una película de Hollywood sin fin.
Un mundo de fantasía, de héroes y villanos de celuloide,
porque los héroes del celuloide no sienten el dolor
y los héroes del celuloide nunca mueren.

Puedes ver a todas las estrellas mientras caminas por Hollywood Boulevard;
algunas que reconocerás, y otras de las que ni siquiera has oído hablar.
Gente que trabajó, sufrió y luchó por la fama.
Algunos que lo consiguieron y otros que sufrieron en vano.

Los héroes del celuloide no sienten el dolor
Los héroes del celuloide nunca mueren.

Ojalá mi vida fuera una película de Hollywood sin fin.
Un mundo de fantasía, de héroes y villanos de celuloide,
porque los héroes del celuloide no sienten el dolor
y los héroes del celuloide nunca mueren.

Lo dicho. Prometo volver pronto. Mientras tanto disfrutad, de la música.

Tal día como hoy, en 1929, cerca de Bruselas, nació la hija de un financiero inglés, Joseph Ruston, y la baronesa y aristócrata holandesa Ella van Heemstra.  Durante su infancia viajó a menudo entre Bruselas, Inglaterra, y los Países Bajos. En 1935 sus padres se divorciaron. Su padre, simpatizante nazi, abandonó la familia. Por aquella época vivían en Inglaterra, pero la guerra hizo que huyera con su madre y sus hermanastros a Holanda. Allí empezó a estudiar piano y ballet clásico.

Cuando los alemanes invadieron Holanda en 1940, para que su nombre inglés no despertara sospechas, lo cambió por el de Edda van Heemstra, y su madre la obligó a hablar sólo en holandés. Su familia sufrió en sus propias carnes los estragos de la guerra: un tío y un primo de su madre fueron fusilados como miembros de la resistencia, su hermano fue capturado y enviado a un campo de concentración, y el hambre y la malnutrición dejaron su huella en el cuerpo de la muchacha. Acabada la guerra volvió a Londres, y siguió estudiando para ser bailarina. Pero la situación económica de su familia no le permitía seguir adelante, así que tuvo que optar por otra profesión mejor pagada: ser actriz.

Comenzó a hacer pequeños papeles en películas y musicales, y de Londres viajó a Broadway a participar en un musical, que tuvo bastante éxito y permaneció en cartel durante más de seis meses. Entonces hizo una prueba de cámara para una película. Los productores querían a Elizabeth Taylor para el papel, pero el director, William Wyler, quedó muy impresionado por la prueba y decidió que ella era perfecta para encarnar a la protagonista.

La película era Vacaciones en Roma. Gracias a esta película, esta chica desconocida, que nunca había soñado con ser actriz, y que se llamaba Audrey Kathleen Hepburn-Ruston, y de nombre artístico Audrey Hepburn, se convirtió en una estrella de la noche a la mañana, ganó un oscar, y comenzó una carrera memorable que la convirtió en un mito y un icono de la elegancia. El resto es historia.

Conozco muchas personas que ven el cine clásico de Hollywood como demasiado encorsetado, inocente e irreal, un cine de buenos y malos en el que estos últimos siempre se llevan su merecido. Y en muchas ocasiones tienen razón. En la mayoría de estas películas nada es explícito, todo se sugiere. Esto se debe a que las películas de la época eran sometidas a una rígida censura. Para ver estas películas hay que saber leer entre líneas.

Pero lo que mucha gente no sabe es que no siempre fue así. En la época del cine mudo los cineastas y los estudios tenía muchísima más libertad. Sí que existía censura, pero esta venía impuesta por organismos externos y los criterios por las que ésta se regía eran diferentes en cada estado. Esto significaba que podían rodar lo que quisieran, independientemente de que luego en algunos lugares prohibieran la película o cortaran escenas.

Will H. Hays

A las protestas de muchas asociaciones y organismos que se quejaban de la «inmoralidad» de las películas, se unieron varios escándalos protagonizados por diversas estrellas de la época (asesinatos, muertes trágicas relacionadas con las drogas, bisexualidad, etc.). La prensa sensacionalista hizo su agosto con estas historias y retrató a Hollywood como algo parecido a la nueva Sodoma y Gomorra. Todo esto hizo que los principales estudios, temerosos de que el gobierno tomara cartas en el asunto y les impusiera un sistema de censura y regulación, se unieran y creasen la Motion Pictures Producers and Distributors Association (MPPDA).  Esta asociación se encargaría de velar por los intereses de los estudios, y a la vez de regular las películas que se estrenaban, sin depender de organismos externos o dependientes del gobierno. A la cabeza de esta asociación estaba Will H. Hays, un importante abogado y político republicano.

En 1927, Hays elaboró una lista de aquellos temas que, en su opinión, debían evitarse en las producciones cinematográficas, y en 1930 creó el Studio Relations Committee (SRC) para aplicar dichas normas. Pero ni la lista ni el comité tenían autoridad real para ello, por lo que muchas películas seguían saltándose las normas de Hays.  Entonces, con la ayuda de un sacerdote católico y un respetado editor, también católico, elaboró un código de censura cinematográfica, el Motion Picture Production Code, que fue conocido como el Código Hays.

El Código Hays fue aprobado por la MPPDA en 1930, pero seguía sin ser obligatorio y seguía sin existir un órgano eficaz que se encargase de su cumplimiento, por lo que durante varios años se siguieron haciendo películas con libertad, y los cineastas de Hollywood se pasaban el código por el forro, y en muchas ocasiones lo desafiaban haciendo películas escandalosas. El periodo comprendido entre 1927 (la llegada del sonoro) y 1934 se conoce como la era pre-code. En estos años encontramos obras como Baby Face, en la que una muchacha (interpretada por Barbara Stanwyck) que ha sido prostituida por su padre desde los 14 años se abre camino en la vida usando su sexualidad; Red-headed Woman, en la que Jean Harlow seduce a varios hombres, comete adulterio, diversos actos delictivos, y al final sale impune y tan campante; o La señal de la cruz, producción bíblica en la que Cecil B. DeMille muestra desnudos, orgías y asesinatos de todo tipo.  Hay muchísimos ejemplos más, pero de las películas pre-code es mejor hablar en otro momento y con calma, porque dan para mucho.

La grande (qué digo grande, grandísima) Barbara Stanwyck en "Baby Face" (1933)

Jean Harlow en "Red-headed woman" (1933)

Une escena de "La señal de la cruz" (1932)

Ante estas películas, los censores, ayudados por la iglesia católica, comenzaron a presionar más y más a los estudios. Se fundó la Legión de la Decencia y en junio de 1934 se aprobó una enmienda al código que dictaba que todas las películas debían obtener un certificado de aprobación antes de ser estrenadas. El resultado fue que durante los treinta años siguientes todas las películas producidas en Estados Unidos tuvieron que ajustarse a las normas del código.

El código completo traducido al castellano lo podéis leer en este enlace, y sus tres principios generales eran los siguientes:

  1. No se autorizará ningún film que pueda rebajar el nivel moral de los espectadores. Nunca se conducirá al espectador a tomar partido por el crimen, el mal, o el pecado.
  2. Los géneros de vida descritos en el film serán correctos, tenida cuenta de las exigencias particulares del drama y del espectáculo.
  3. La ley, natural o humana, no será ridiculizada y la simpatía del público no irá hacia aquellos que la violentan.

Algunas normas eran comprensibles dada la mentalidad de los censores de la época. No se podía mostrar sexo explícito, los bailes provocativos y desnudos estaban prohibidos; también la blasfemia, el uso de palabras malsonantes y la ridiculización de la religión. Las relaciones sexuales fuera del matrimonio no estaban permitidas, excepto si se presentaban de manera poco atractiva o poco explícita, y mucho menos permitidas estaban las relaciones interraciales y «perversiones sexuales» como la homosexualidad. El asesinato y la violencia tampoco podían mostrarse explícitamente, y siempre de forma que se desalentase al espectador. También se controlaba el uso de alcohol, y se prohibía mención alguna al uso de drogas o a la prostitución. Otro de sus rasgos representativos era que todo aquel que cometiera algún acto delictivo o reprobable según el código debía siempre ser castigado al final. Los espectadores eran tratados como niños a los que había que educar.

"Sucedió una noche", una de las primeras películas que tuvo que ajustarse y sortear al código.

Otras de las normas eran directamente absurdas (no se podía mostrar el ombligo ni las axilas, los besos no debían durar más de tres segundos, los matrimonios tenían que dormir, preferiblemente, en camas separadas, etc.). De la aplicación férrea del código se encargó el censor Joseph Breen, que desde su oficina miraba con lupa cada guión que se escribía y cada película que se rodaba, hasta que dejó su cargo en 1954.

El resultado de todo esto es que los guionistas y directores se tuvieron que estrujar la cabeza para saltarse, torear y hacer buenos guiones teniendo que ajustarse a esta rígida censura. En ocasiones lo conseguían y en otras no. El cine de Hollywood se llenó de referencias no explícitas, mensajes ocultos y dobles sentidos. A partir de los 50 el código empezó a quedarse anticuado, y el público empezaba a demandar películas más y más realistas (influenciado sobre todo por las nuevas corrientes del cine europeo), por lo que la aplicación de éste empezó a relajarse poco a poco y se hizo una reforma, pero en los años 60 era ya tan obsoleto e inservible que fue abolido completamente en 1966.

No deja de ser curioso que esta fuera una censura autoimpuesta por la propia industria, es decir, que provenía de un organismo que los mismos estudios había creado, y que a pesar de ello intentaran saltársela y burlarla en muchas ocasiones. En cierto modo a los grandes estudios les beneficiaba la censura. Por un lado preferían ser autorregulados por un organismo creado por ellos mismos a someterse a una censura impuesta por el gobierno. Por otro, la férrea aplicación del código hacía que la mayoría de películas independientes y extranjeras no consiguiesen el certificado de aprobación, por lo que la exhibición de esas películas era muy restringida y minoritaria comparada con las grandes producciones de los estudios. De hecho fue la mayor demanda de estas películas europeas minoritarias y más realistas, a partir de los 50 y 60, la que propició la renovación y posterior abolición de este código.

Pero esto no quiere decir que con la abolición del código se aboliera la censura. La censura siguió y sigue existiendo desde entonces. Después de la desaparición del código se cambió a otro sistema más adecuado a los tiempos que corren: el de clasificación por edades. Si bien ahora hay más libertad y permisividad que en la era del código (no en vano han pasado más de 70 años), y cada uno puede rodar lo que quiere sin que nadie prohíba y corte la película, si la califican con una NC-17 (anteriormente conocida como X), muchos cines se negarán a exhibirla, muchas cadenas de grandes almacenes no la venderán, y su acceso al público quedará limitado. Es otro tipo de censura más sutil y velado que hoy en día continúa vigente y que sigue afectando por completo al cine americano.

Cuando yo estudiaba era muy buena en inglés, y en los idiomas en general, y me decanté por la carrera de Traducción. Por ello mucha gente me animaba a sacarme el CAP para poder dar clases de inglés, o a buscar trabajo como profesora de inglés en alguna academia,  a lo que yo siempre respondía con un «no» rotundo. No quería ser profesora, y sigo sin quererlo.  No tengo la paciencia ni el tesón suficiente para ser profesora. Educar y enseñar a alguien me parece la profesión más difícil del mundo. Si no tienes verdadera vocación para ello, es mejor que te dediques a otra cosa.

Los mejores profesores son aquellos que aman su profesión, que quieren a sus alumnos, pero que a la vez exigen y buscan lo mejor de ellos, retándoles cada día, sin darles concesiones, aunque tengan que ser muy estrictos para ello. Sin rendirse, sin  desanimarse. Un buen profesor sabe ver de lo que un alumno es capaz y conseguir que aflore, aunque para ello haga falta mucha cabezonería y mucho esfuerzo. Y con esa cabezonería y esfuerzo al máximo puedes obrar el milagro. Como hizo Anne Sullivan.

Si no sabéis quiénes fueron Anne Sullivan y Helen Keller ya podéis estar investigando, porque su historia es de las que todo el mundo debería conocer, fascinante y esperanzadora como ninguna otra.

Cuando Helen aún estaba en la cuna, contrajo una enfermedad que la dejó sorda y ciega. Sus padres, en parte por lástima, en parte por comodidad, son incapaces de educarla, mimándola y consintiéndole todo, hasta el punto que ésta llega a un estado asalvajado, acrecentado aún más por su frustración ante la imposibilidad de comunicarse con los demás. Cuando la situación se hace insostenible, piden ayuda a una institución que les enviará a una joven profesora para la niña. Anne Sullivan, la institutriz, fue ciega y tuvo una infancia traumática. Ahora ha recuperado la vista pero entiende como se siente la niña, y lo más importante, sabe que la discapacidad que tiene no hace de ella una retrasada mental. Anne la tratará como una vidente porque espera que ella «vea». Intentará por todos los medios que la niña salga de su aislamiento, aunque tenga que enfrentarse una y otra vez a unos padres sobreprotectores, aunque tenga que enzarzarse en una batalla campal con ella y destrozar el comedor para que aprenda a comer con cubiertos, aunque tenga que encerrarse con ella y repetirle los mismos signos una y otra vez hasta que la niña se dé cuenta de que dichos signos significan palabras, que cada palabra significa una cosa, un concepto, y que a través de ellos se puede comunicar, y ser una persona como cualquier otra, por la que nadie tenga que sentir lástima. Una actitud que se resume por completo en lo que le dice al padre de la niña en un escena de la película:

Pity for this tyrant? Is there anything she wants she doesn’t get? I’ll tell you what I pity… that the sun won’t rise and set for her all her life, and every day you’re telling her it will. What you and your pity do will destroy her, Captain Keller. (¿Pena  por esta tirana? ¿Hay algo que quiera que no consiga? Le diré qué es lo que me da pena… que el sol no saldrá ni se pondrá para ella durante toda su vida, y cada día usted le esté diciendo lo contrario. Lo que hacen usted y su pena es destruirla, Capitán Keller.)

Los que tengáis curiosidad por saber qué pasó con esa niña ya sabéis lo que tenéis que hacer; investigad, como ya os he dicho.

La película, basada en una obra de teatro de William Gibson que a su vez se inspiraba en la historia real que relata, fue dirigida por Arthur Penn en 1962, el cual hace un magnífico trabajo. No hay que engañarse pensando que por el argumento y por la etiqueta de «basada en hechos reales» vamos a ver algo sensiblero y lacrimógeno. Todo lo contrario. Esta es una película dura y sobria, pero también una historia de superación. Lo mejor, sin duda, son las interpretaciones de sus dos protagonistas, ambas merecidamente recompensadas con el oscar de aquel año: Patty Duke en su papel de niña sordociega testaruda, y Anne Bancroft en su papel de institutriz inasequible al desaliento. La batalla que libran a lo largo de la película es agotadora y extenuante como ninguna.

Esta es una película que te invita a reflexionar, que te hace pensar que con esfuerzo todo es posible, y que aún queda algo bueno en este mundo, a pesar de la dura realidad. Sólo por eso ya merece la pena verla.

Cuando tenía quince años vi una película. Vaya novedad. ¡Anda que no vi películas aquel año! Rondábamos el centenario del cine y los canales de televisión se llenaban de ciclos emitiendo las mejores películas de todos los tiempos; si hubo un año en el que me hinché de ver películas, fue aquel.

Pero a lo que iba, a los quince años vi una película, y para mí no fue una película cualquiera. Era una película de terror psicológico, asfixiante, angustiosa, que me dejó muy impresionada. Pero lo que más impresionada me dejó fue su protagonista. Entonces aún no quería parecerme a ella (¿quién querría parecerse a una vieja loca que se oculta tras toneladas de maquillaje y vestidos de niña pequeña mientras tortura a su hermana en silla de ruedas?), pero me pareció portentosa la actuación de esa mujer. Sí, conocía su nombre, pero poco más; era una de tantas actrices de las que había oído hablar de pasada sin haber llegado a ver aún en acción.

Decidí buscar más sobre ella. Entonces no había internet en casa, sólo un par de enciclopedias de cine que teníamos en CD-ROM, de esas que regalaban con alguna revista que mi padre habría comprado. En los meses y años siguientes, poco a poco, vi su biografía, vi sus fotos, busqué más películas suyas (en eso tuve suerte de tener televisión por satélite en casa). No pude encontrar mucho, pero al menos descubrí quién había sido y lo que había sido. Y me encandiló; porque ella era diferente.

En sus primeros años como actriz

En una época en la que las actrices de Hollywood eran tan guapas que daban miedo (porque las moldeaban y las fabricaban así de etéreas, hasta hacerlas parecer inalcanzables), se abrió camino, sin ser especialmente guapa y sin querer cambiar su aspecto para convertirse en una cara bonita más. Es más, insistía en afearse y parecer descuidada si el papel lo requería, cuando lo normal era que ellas estuvieran divinas y glamourosísimas incluso recién levantadas.

En una época en la que las estrellas se identificaban con sus estereotipos dentro y fuera de la pantalla, y tenían miedo de encarnar a personajes antipáticos que pudieran caer mal a los espectadores, ella quiso hacer papeles difíciles, aquellos que no quería nadie. Hacía de malvada (La Loba), de mujer despreciable (Cautivo del Deseo), manipuladora (La Carta), caprichosa (Jezabel). También hizo de heroína (Amarga Victoria o La Extraña Pasajera), por supuesto, pero todos sus personajes, buenos o malos, tenían algo en común: mucho carácter y una fuerte personalidad.

En una época en la que las estrellas eran trabajadores contratados por los estudios que se limitaban sin más a hacer las películas que les daban, ella se enfrentó a sus jefes e incumplió su contrato y se largó porque quería mejores papeles que los que la obligaban a hacer. Perdió la batalla legal y tuvo que volver al estudio, pero en cierto modo consiguió lo que quería, porque a partir de entonces empezó a tener más éxito y la tomaron más en serio.

Y aún así, teniéndolo todo en su contra, desde mediados de los años 30 hasta mediados de los 40 se convirtió en la estrella más famosa y taquillera de su época, gracias a su cabezonería y a su perfeccionismo.

En sus tres colaboraciones con William Wyler : "Jezabel", "La Carta" y "La Loba"

Poco después, ya en su madurez, fue perdiendo fuelle en las taquillas, sobre todo por la mala calidad de las películas que le tocó hacer. Tuvo dos sonados regresos, uno en 1950 (la magistral Eva al desnudo) y otro en 1962 (¿Qué fue de Baby Jane?) que son precisamente dos de sus papeles más memorables. Durante todos esos años siguió haciendo películas con mayor o menor éxito, y tampoco le hizo ascos a la televisión. Trabajó hasta el último año de su vida. Para ella su vida siempre fue su trabajo (su vida personal fue bastante desastrosa y se dedicó por completo a actuar).

También se dice de ella que era difícil, caprichosa, que era muy complicado trabajar con ella. Tenía fama de deslenguada, de decir lo que pensaba y de no tener pelos en la lengua. Todo eso unido a su perfeccionismo y a su fuerte carácter le granjeó no pocos enemigos en Hollywood, aunque también amigos. Pero no voy a entrar en eso. Ni la conocí personalmente ni me interesa. Ella misma dijo «En mi profesión hasta que no te reconocen que eres un monstruo no eres una estrella», y todos sabemos que Hollywood era un nido de víboras, así que qué os voy a contar.

Al final lo importante es que llegó a lo más alto a pesar de todo, y que trabajó y luchó durante toda su vida para conseguirlo. Lo hizo del modo difícil. Y por eso escogió esa frase para adornar su epitafio.

Margo Channing y Baby Jane Hudson

Cuando era una insegura y tímida adolescente de quince años quería ser como ella; quería ser fuerte, luchadora, tener personalidad y carácter, ser diferente a los demás. Ahora ya he crecido y madurado y he llegado a ese momento de mi vida en que tengo suficiente confianza en mí misma y no necesito referentes externos a los que querer parecerme. Además, no fumo (aunque si existiera algún tabaco que no fuera malo para la salud no me importaría fumar como ella), ni tampoco tengo sus impresionantes ojos. Pero eso sí, lo de seguir disfrutando como una loca viéndola en sus películas no me lo quita nadie.

Por eso hoy, que se cumplen 102 años de su nacimiento, le dedico este homenaje. Porque para mí siempre será la más grande, y porque sólo hubo, hay y habrá una Bette Davis.

Ayer me vi Cabaret, gran película que algún día comentaré más detenidamente, y que de momento me sirve de excusa para recordar la figura de Bob Fosse, actor, bailarín, coreógrafo y director de cine que revolucionó el mundo del musical. Aquí tenéis una pequeña muestra de ese estilo tan personal y particular que plasmaba en sus coreografías y números musicales, y en su manera de rodarlos, y que se ha convertido en toda una marca de fábrica imitada hasta la saciedad:

Sweet Charity (1969)

Cabaret (1972)

All That Jazz (1979)

Creo que la mejor manera de empezar este blog es hablando de una película que habla del mismo cine y de sus entresijos. Y además es de lo más adecuada porque la imagen de cabecera de este blog pertenece precisamente a esta película de 1952 dirigida por Vincente Minelli. Tengo que reconocer que aún no la había visto hasta ayer, pero esa foto es una imagen bastante famosa que conocía desde hace muchos años y que siempre me había gustado.

El cine dentro del cine es un minigénero que siempre me ha gustado mucho. A Hollywoood de toda la vida le encanta mirarse el ombligo, y mostrar sus miserias y recovecos. Al fin y al cabo Hollywood siempre ha sido un nido de víboras, y quién mejor que ellos para mostrárnoslo.

Tenemos por un lado al director (Barry Sullivan), con talento, con oficio. Por otro a la actriz (Lana Turner), guapa, pero que tiene que pulirse y aprender para convertirse en estrella. Por otro, al escritor (Dick Powell), con buenas ideas e historias en su cabeza.

Pero ellos no son los verdaderos protagonistas, el verdadero protagonista es el productor (Kirk Douglas), ambicioso, manipulador y sin escrúpulos. El máximo exponente de ese nido de víboras que es Hollywood, y que sabe ver el talento en los tres anteriores y les ofrece la gran oportunidad de su vida, pero que a la vez los utiliza y manipula para enriquecerse y convertirse en alguien importante, aunque para ello tenga que jugarles una mala pasada a cada uno.

La historia se divide en tres flashbacks, en los que cada uno de los tres primeros recuerda cómo conoció al productor, cómo éste se ganó su confianza para que trabajara para él, y luego le apuñaló por la espalda. Él les traicionó, pero sin embargo, a pesar de todo, ellos ahora son los más famosos e importantes en su profesión gracias a la oportunidad que él les dio.

La verdad es que con esta película me ha pasado algo que desgraciadamente pasa a menudo. Es una de esas de las que se habla a menudo como una obra maestra, y cuando la vi no me pareció para tanto. Es decir, me sigue pareciendo una muy buena película, pero no una obra maestra. Me dejó un poco fría, al contrario que otras películas de este subgénero, y con la sensación de que la historia podía haber dado más de sí, y que le falta algo más de mala leche (y eso que la tiene y mucha, pero aún así…).  Tampoco puedo evitar decir que la traducción del título al castellano es una de las peores traducciones de títulos que hay, porque no tiene nada que ver con el argumento de la película y te da una idea completamente equivocada.

De todos modos, si hay una cosa que verdaderamente me gusta de esta película es que retrata muy fielmente el mundo del cine, o mejor dicho, el mundo de «aquel cine» de otra época. Salen muchos elementos reconocibles: las películas de terror de serie B, las grandes superproducciones de época más grandes que la vida, el galán latino, la actriz desconocida a la que transforman para convertirla en estrella de la noche a la mañana, los problemas entre directores y productores para hacer las cosas cada uno a su manera durante el rodaje, y muchos otros más. Además, muchos de los personajes tienen trazos de directores, actores, productores, etc, que existieron en la vida real, y seguramente se basaron en ellos a la hora de hacer el guión de la película. Así que resulta de lo más interesante si te gusta todo ese mundillo.

Empieza el espectáculo

El 28 de diciembre de 1895, los hermanos Lumiére realizaron la primera proyección cinematográfica de la historia en un café de París. Ese día se considera oficialmente como el día del nacimiento del cine…


…aproximadamente 100 años más tarde, una adolescente devoraba películas con nocturnidad y alevosía en el salón de su casa.

El cine siempre ha sido una de mis grandes pasiones, y por ello he decidido dedicarle un blog entero, en el que poder escribir largo y tendido y dar rienda suelta a mi afición cinéfaga (me considero más cinéfaga que cinéfila), y aquí mismo empieza su andadura. Esperemos que dure…

Por muy tópico que suene, «Luces, cámara… ¡Acción!»