Cuando tenía quince años vi una película. Vaya novedad. ¡Anda que no vi películas aquel año! Rondábamos el centenario del cine y los canales de televisión se llenaban de ciclos emitiendo las mejores películas de todos los tiempos; si hubo un año en el que me hinché de ver películas, fue aquel.

Pero a lo que iba, a los quince años vi una película, y para mí no fue una película cualquiera. Era una película de terror psicológico, asfixiante, angustiosa, que me dejó muy impresionada. Pero lo que más impresionada me dejó fue su protagonista. Entonces aún no quería parecerme a ella (¿quién querría parecerse a una vieja loca que se oculta tras toneladas de maquillaje y vestidos de niña pequeña mientras tortura a su hermana en silla de ruedas?), pero me pareció portentosa la actuación de esa mujer. Sí, conocía su nombre, pero poco más; era una de tantas actrices de las que había oído hablar de pasada sin haber llegado a ver aún en acción.

Decidí buscar más sobre ella. Entonces no había internet en casa, sólo un par de enciclopedias de cine que teníamos en CD-ROM, de esas que regalaban con alguna revista que mi padre habría comprado. En los meses y años siguientes, poco a poco, vi su biografía, vi sus fotos, busqué más películas suyas (en eso tuve suerte de tener televisión por satélite en casa). No pude encontrar mucho, pero al menos descubrí quién había sido y lo que había sido. Y me encandiló; porque ella era diferente.

En sus primeros años como actriz

En una época en la que las actrices de Hollywood eran tan guapas que daban miedo (porque las moldeaban y las fabricaban así de etéreas, hasta hacerlas parecer inalcanzables), se abrió camino, sin ser especialmente guapa y sin querer cambiar su aspecto para convertirse en una cara bonita más. Es más, insistía en afearse y parecer descuidada si el papel lo requería, cuando lo normal era que ellas estuvieran divinas y glamourosísimas incluso recién levantadas.

En una época en la que las estrellas se identificaban con sus estereotipos dentro y fuera de la pantalla, y tenían miedo de encarnar a personajes antipáticos que pudieran caer mal a los espectadores, ella quiso hacer papeles difíciles, aquellos que no quería nadie. Hacía de malvada (La Loba), de mujer despreciable (Cautivo del Deseo), manipuladora (La Carta), caprichosa (Jezabel). También hizo de heroína (Amarga Victoria o La Extraña Pasajera), por supuesto, pero todos sus personajes, buenos o malos, tenían algo en común: mucho carácter y una fuerte personalidad.

En una época en la que las estrellas eran trabajadores contratados por los estudios que se limitaban sin más a hacer las películas que les daban, ella se enfrentó a sus jefes e incumplió su contrato y se largó porque quería mejores papeles que los que la obligaban a hacer. Perdió la batalla legal y tuvo que volver al estudio, pero en cierto modo consiguió lo que quería, porque a partir de entonces empezó a tener más éxito y la tomaron más en serio.

Y aún así, teniéndolo todo en su contra, desde mediados de los años 30 hasta mediados de los 40 se convirtió en la estrella más famosa y taquillera de su época, gracias a su cabezonería y a su perfeccionismo.

En sus tres colaboraciones con William Wyler : "Jezabel", "La Carta" y "La Loba"

Poco después, ya en su madurez, fue perdiendo fuelle en las taquillas, sobre todo por la mala calidad de las películas que le tocó hacer. Tuvo dos sonados regresos, uno en 1950 (la magistral Eva al desnudo) y otro en 1962 (¿Qué fue de Baby Jane?) que son precisamente dos de sus papeles más memorables. Durante todos esos años siguió haciendo películas con mayor o menor éxito, y tampoco le hizo ascos a la televisión. Trabajó hasta el último año de su vida. Para ella su vida siempre fue su trabajo (su vida personal fue bastante desastrosa y se dedicó por completo a actuar).

También se dice de ella que era difícil, caprichosa, que era muy complicado trabajar con ella. Tenía fama de deslenguada, de decir lo que pensaba y de no tener pelos en la lengua. Todo eso unido a su perfeccionismo y a su fuerte carácter le granjeó no pocos enemigos en Hollywood, aunque también amigos. Pero no voy a entrar en eso. Ni la conocí personalmente ni me interesa. Ella misma dijo «En mi profesión hasta que no te reconocen que eres un monstruo no eres una estrella», y todos sabemos que Hollywood era un nido de víboras, así que qué os voy a contar.

Al final lo importante es que llegó a lo más alto a pesar de todo, y que trabajó y luchó durante toda su vida para conseguirlo. Lo hizo del modo difícil. Y por eso escogió esa frase para adornar su epitafio.

Margo Channing y Baby Jane Hudson

Cuando era una insegura y tímida adolescente de quince años quería ser como ella; quería ser fuerte, luchadora, tener personalidad y carácter, ser diferente a los demás. Ahora ya he crecido y madurado y he llegado a ese momento de mi vida en que tengo suficiente confianza en mí misma y no necesito referentes externos a los que querer parecerme. Además, no fumo (aunque si existiera algún tabaco que no fuera malo para la salud no me importaría fumar como ella), ni tampoco tengo sus impresionantes ojos. Pero eso sí, lo de seguir disfrutando como una loca viéndola en sus películas no me lo quita nadie.

Por eso hoy, que se cumplen 102 años de su nacimiento, le dedico este homenaje. Porque para mí siempre será la más grande, y porque sólo hubo, hay y habrá una Bette Davis.